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Charlando sobre el café

Un acercamiento a las personas con discapacidad esclavizadas en el Perú

10 de agosto de 2022

Decir que las personas con discapacidad han estado presentes en todos los periodos de la historia es una afirmación que cualquiera podría deducir; sin embargo, los libros de historia no suelen abordar el tema de discapacidad en sus páginas.


Es sabido que la historia ha silenciado a comunidades históricamente excluidas: mujeres, indígenas, etc., pero si queremos conocer la situación de poblaciones que experimentaron diferentes formas de exclusión en un mismo grupo, la investigación se complica mucho más.


Por ejemplo, ¿Cuál era la situación de las personas con discapacidad esclavizadas durante el Perú colonial y republicano? Sabemos muy poco, pero si se escarba, hay alguna información que sale a relucir.


Un caso emblemático data del siglo XVIII en el periodo colonial. Se trata de un esclavizado de Trujillo que nació con los pies doblados a quien llamaremos Juan.


Juan era un “esclavo jornalero” (una persona esclavizada que debía trabajar y darle parte de sus ganancias a su propietario) que se arrastraba de las piernas y se ayudaba con las manos. Su amo sabía que iba a ser difícil mandarlo a realizar algún trabajo físico, así que lo destina a trabajar pidiendo limosna en la catedral.


Juan, harto de la situación, huye a Lima y demanda a su amo en los tribunales, lo acusa de sevicia (abuso) y pide ser vendido en Lima.


Sin embargo, el amo se entera de la acusación y viaja a Lima. Él tiene otra versión. Dice que Juan nació con una discapacidad, pero que rápidamente se adaptó a su trabajo y que no solo trabajaba para él, sino para otras personas.


El tribunal decide enviar a Juan nuevamente con su propietario porque considera que sí puede trabajar.


Maribel Arrelucea, historiadora especialista en esclavitud y quien narra este caso que encontró en los archivos del tribunal eclesiástico, se pregunta cómo pudo hacer Juan para viajar de una ciudad a otra en una época en la que había mucha menos tecnología e infraestructura accesible que hoy.

También comenta que ha encontrado casos de esclavizados patizambos (que nacían con el pie torcido), y es muy probable que como en el caso de Juan, los amos los hayan hecho trabajar en lo que pudiesen.

 

El tratamiento de las personas con discapacidad esclavizadas

De acuerdo a Arrelucea, en el caso de los esclavos mayores, quienes por la edad podían tener alguna discapacidad, había una tradición de mantenerlos en casa, en cargos de confianza, las nanas, por ejemplo. Pero a veces también se les veía como carga y se les remataba o abandonaba.

“De todas formas muchos esclavos tenían familia, entonces ellos se hacían cargo de sus ancianos”, añade la historiadora.


Para el historiador Carlos Aguirre, docente de la Universidad de Oregon, había amos que otorgaban libertad a esclavizados ancianos y en los documentos ponían que lo hacían por “gratitud”, como un “agradecimiento” a los servicios prestados.


“Probablemente en algunos casos haya sido por eso, y en otros se deshacían de esclavos viejos porque no querían hacerse cargo de esclavos improductivos”, comenta.

 

El deterioro del cuerpo

Como indica el historiador Raúl Adanaqué, docente de la Universidad de San Marcos, durante el periodo colonial algunas personas esclavizadas terminaban con problemas de salud o con amputaciones en sus cuerpos como resultado de las condiciones de esclavitud en las que se encontraban y por los castigos que recibían.


“Hay documentos en los que se describe a esclavos ‘tullidos’, ‘lisiados del pie’, ‘mancos de la mano derecha’, era la terminología que usaban y algunos seguramente debido al maltrato”, relata el historiador.


Adanaqué ha encontrado referencias al desgaste físico en documentos de compra y venta de personas esclavizadas y en arrendamientos de propiedades, una hacienda, por ejemplo. Ahí se señalaba la “calidad del esclavo”, la edad que tenía y las condiciones en las que se encontraba.


“En algunos casos dice muy viejo, sin valor; debe haber sido un esclavo muy mayor”, cuenta.


Sin embargo, para el historiador, No era muy frecuente que las personas esclavizadas terminaran con discapacidades físicas a causa de los malos tratos, ya que, de acuerdo a su percepción, eso hacía que valgan menos.


“Aunque las leyes decían que esclavo fugado se le azotaba doscientas veces y si era reiterativo lo mutilaban, ese hecho hacía que disminuya su precio. Si el esclavo costaba inicialmente ochocientos pesos, y el castigo hacía que valga 100, entonces no era muy conveniente”, indica.

Carlos Aguirre refuerza la tesis de Adanaqué y agrega que existe una tensión entre el deseo de ejercitar autoridad por parte de los propietarios y el de hacerles trabajar al máximo. “A muchos no les importaba perder con tal de darles un escarmiento, pero otros sí se preocupaban por la salud de sus esclavos”, comenta.


Esa preocupación se daba en la medida en que esta les generaba beneficios. Lo mismo ocurría con la discapacidad, no existía una preocupación por el bienestar de las personas esclavizadas con esta condición o por hacer que las prácticas laborales se acomodaran a ellas. La consideración era monetaria y legal, es decir, cuánto valía, si cumplía ciertos requisitos o si satisfacía la expectativa de los compradores.


“Incluso si se compraba un esclavo y el vendedor no decía que tenía problemas de salud o discapacidad era considerado estafa. Esto no se ha documentado, pero no debería sorprender, porque los esclavos eran propiedad, y los criterios para conducir este tipo de transacciones se basaban en criterios monetarios”, señala.

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Como en el caso de Juan, había personas esclavizadas que aprovecharon los pocos recursos que tenían para exigir ciertas demandas. Hay quienes contaban ante los tribunales eclesiásticos el desgaste físico que presentaban e incluso la presencia de alguna discapacidad con el objetivo de rebajar sus precios.


El valor de una persona esclavizada era fijado por el propietario. Los precios Por lo general, entre el siglo XVIII y XIX, fluctuaban entre cuatrocientos y seiscientos pesos aproximadamente, pero el monto variaba por distintos factores.


Por ejemplo, si eran jóvenes o mujeres embarazadas, el costo era elevado. Por otra parte, como ya se ha mencionado, las personas esclavizadas con discapacidad valían menos, pero también las personas mayores o aquellas que tenían algún “vicio”, (era la palabra que utilizaban para calificar a esclavizados que tenían alcoholismo, eran cimarrones, ladrones, etc.).


No obstante, la legislación colonial y luego la republicana permitía que los esclavizados se compren a sí mismos si tenían el dinero para hacerlo o que lo haga algún amigo o pariente. Incluso entre cónyuges se podían comprar. Por eso, si tenían la ilusión de obtener la libertad, mientras menos valgan, mejor.


“EL precio de un esclavo era inalcanzable, con ese dinero se podía comprar un terreno chico. Entonces había que establecer estrategias para conseguir la libertad. En los archivos del tribunal eclesiástico podemos encontrar peticiones en las que los esclavizados decían que estaban tullidos de una pierna y que por eso ya no podían valer tanto, y que, aunque el amo decía que su precio era de 400 pesos, ya no podían trabajar igual y solicitaban que se les baje a 300”, señala Maribel Arrelucea.

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Para los historiadores, existe una riqueza de situaciones dentro de este sistema esclavista doloroso y explotador que nos permite ver en las propias personas esclavizadas a más que víctimas.

Eran personas que tenían deseos, se proyectaban, y también eran diversas. Y dentro de esa diversidad encontramos a las personas con discapacidad.


Lamentablemente, como sostiene Raúl Adanaqué, se sabe muy poco de ellas. “Como la discapacidad no te da valor, entonces para qué nombrarla, los tenían ocultos, los dejaban no más”, sentencia.

Seguramente Juan no fue el único esclavizado que trabajó pidiendo limosna, quizá era el único rol que le correspondía en una época en la que el modelo caritativo, que relegaba a las personas con discapacidad a ser objetos de caridad estaba muy presente.


Los investigadores tienen una tarea pendiente con la comunidad de personas con discapacidad, quienes merecen conocer la historia de aquellos y aquellas que resistieron a la exclusión y explotación de sus tiempos.


Ojalá este acercamiento invite a indagar sobre este periodo, para que las personas con discapacidad no sigan siendo ese sector que continúa invisible no solo en la actualidad, sino en nuestra memoria.

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